viernes, 6 de agosto de 2010

El misterio de las palabras


Oh dioses que narran
la noche enfurecida de las almas.
Oh, espacio infinito
de olor a guerra y a ambrosía
de vientos que hacen naufragar
a la piel de la piel
y a la vez la vuelven sobre sí:
ella quiere ser dicha
y se convierte en su propio gran secreto.
Desplegado el cielo
¿dónde, los dioses?
esa estela: las ondas que dibujan
los peces en el agua
recién cuando ya se fueron.
temblor trenzado entre los dedos,
los recuerdos.
una mano cerrada sobre sí,
un caliz llevado por el viento
de su propia soledad
a través de un campo gris
en el que sólo sobrevuelan
algunos pétalos algunas hojitas
algun que otro tallo.
resurrección descarnada de la carne.
mirarte.
Rodear con las manos
el lugar en el aire
en el que quedó suspendido
lo que había quedado suspendido
antes de que yo recordara
rodear con las manos
ese lugar en el aire.