En medio de un bosque blanco
nevado de momentos blancos
con frutos blancos y sonidos blancos y montañas
con cimas blancas y ramas recubiertas de hielo
(el rayo de un Dios
que también se volvió blanco
al estrolarse contra el suelo)
veo mi reflejo en un lago de dientes
obsenamente blancos que se disponen a morderme
cuando me conduce la nostalgia de una despedida
que no flota me atrapa el paladar de un cuenco
de cristal y yo con unas pocas flores de lúpulo
en la mano me voy volviendo hundida
en los sedimentos chupada por la tierra
mojada regenerada en el peligro de otro paisaje
mientras me sigo preguntando
si yo soy yo o la que fui
o el deseo movedizo
de los colores del mundo
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