Tengo una buena oreja. Se los juro.
Podría decirles: tengo una buena nariz
o tengo un buen corazón
o tengo unos buenos ojos
pero no. Lo que tengo una buena oreja:
una oreja espectacularmente buena
perfectamente proporcionada
con cierta armónica intriga
y una laberíntica capacidad de escucha.
Se trata, como ven, de una sola.
La otra es normal. Ni fea ni linda. Común.
Pero a mi bonita oreja desde chica me la alaban.
Me podrían haber alabado cualquier otra cosa
mi nariz mi corazón o mis ojos.
Pero no. Me han alabado desde siempre
a mi queridísima oreja izquierda
que muchos llaman oreja filosófica.
Es realmente una suerte para mí
tener al menos una buena oreja
que encima es exclusiva
pues no la heredé
de nadie de mi familia.
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