miércoles, 3 de marzo de 2010

Maria de las Nieves, mi maestra de primer grado,
fue quien desplegó de los bolsillos de su delantal
el bosque de las primeras metaforas.
Nunca la olvidaré escribiendo
en el espacio que le quedaba
sobre sus nevadas cadenas montañosas
que lo eran antes de que yo conociera las alegorías:
los rayos de sol
como latigazos de fuego
Cuando leí eso ( porque ella lo escribía, sus alumnos no sólo leían,
sabían leer metáforas) los pupitres se transformaron en lineas de llamas
que se levantaban del suelo y ondulaban,
mis compañeros en los domadores del leon de Fuego Nevado,
circulos en llamas las mochilas colgadas en las paredes.
En esos lugares en donde pasaba mi tiempo
mirando entrar el sol por la ventana
no se aprendía que era imperioso escribir de izquierda a derecha.
Fuego Nevado me cambió al primer banco
por soñadora:
allí, bien cerca de ella, me concentraría
en aprender mejor
a rellenar con papel glasé
el amanecer de las palabras en las manos.

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